El otro montaje. Reflexiones en torno al montaje documental

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Reseña

“Prólogo
por Carlos Flores del Pino

El primer libro sobre montaje cinematográfico que leí fue Montaje, arte de movimiento, escrito por Rafael Sánchez. El último, cuarenta años después, El otro montaje, de Coti Donoso. Se escribe poco sobre montaje. Se escribe menos sobre montaje documental.

Pero todo es montaje. Nada remite a sí mismo. Ni en el cine ni en la vida. Las cosas, los acontecimientos, las personas, todo produce sentido en el contacto, en la conexión que se hace a cada instante. El cine une lo que funciona disperso en el mundo inscribiéndolo y organizándolo en una línea de tiempo hasta hacerlo producir sentido. A eso le llamamos montaje. De esa extraña tarea consistente en articular lo disperso, que no es otra cosa que articular realidad, habla este libro lúcido y minucioso.

El documental es el montaje, dice Coti Donoso al comienzo, para luego instalar una pregunta que organiza el libro: ¿Qué diferencia el montaje de ficción del montaje documental? Las lógicas que organizan una respuesta a esa pregunta conducen a otra pregunta fundamental: ¿El lugar donde se produce el sentido, está antes o después del montaje?

El montaje documental, del mismo modo que la escritura, nos permite retroceder y corregir, es decir nos hace posible pensar. Algo que no hemos pensado antes puede resplandecer en el montaje. El cine se hace texto. El montaje puede instalar un pensamiento maquínico. Este libro nos señala que todo está apareciendo. Nosotros y las cosas. Apareciendo en el tiempo. Un tiempo en el que ocurrimos de acuerdo a las relaciones que establecemos. Porque las cosas no son en sí mismas. Están apareciendo. Del mismo modo como aparece ante nuestros ojos en el montaje.

Este libro intenta describir, y en gran medida lo consigue, el modo como se organiza el estallido que irrumpe como pesadilla, contento o fascinación, en el paso de una imagen a la siguiente. Coti Donoso nos provoca, pero también nos consuela al liberarnos de estándares y gramáticas institucionalizadas y decirnos, junto a un grupo de documentalistas que piensan el montaje junto a ella, que cada documental tiene su propia ética, su propia estética, su propia locura. Que la tarea del montajista es desplegarlas.”