Reseña
“Si Parra ha instalado una montaña rusa, Arancibia llega con su columpio. Y sobre él sube a Zurita, a Cameron, a Bertoni. Los lee, los digiere con parsimonioso placer. Al mismo tiempo, hace acopio de sus datos biográficos, de sus antecedentes políticos, del cotilleo de pasillo, la maledicencia de bar y el comentario artero, que suelen deslizarse por los territorios de las tribus literarias y que socava como plaga parasitaria la imagen inmaculada de las vacas sagradas. De ese modo construye el terrolirista un discurso que es a la vez un homenaje y un gesto iconoclasta.”